jueves, 24 de febrero de 2011

Entrevista a Orlando Barone: "De la militancia nace la gestión política posterior"


Mientras muchos opinólogos se esfuerzan vanamente por mostrarse neutrales e independientes, el periodista y escritor Orlando Barone decidió que era el momento político para decir qué piensa y dónde quiere trabajar. La herencia familiar peronista parece que quedó intacta y, tras el conflicto con las patronales agrarias de 2008, renunció a la comodidad de trabajar en Radio Continental y el diario La Nación y se pasó a la Televisión Pública, en la nave insignia: 678. Con un discurso entre irónico y desenfadado, se hace cargo de su postura política, despotrica contra el discurso hegemónico de la oposición político-mediática y defiende el proyecto nacional. Lleva con orgullo el título de periodista ultra k y por ello se ganó el premio al peor periodista del año entregado en la dudosa votación de la Revista Noticias, dirigida por el prodictadura Jorge Fontevecchia.
Por esta actitud militante y comprometida, Barone es un símbolo del periodismo que dice lo que piensa y no se espanta por cuestiones de forma defendiendo los intereses del establishment. Esa y otras cuestiones se tratan en la entrevista realizada por La Cámpora Cultura.

¿Cómo fue tu acercamiento al kirchnerismo?

En gran parte se debió a la memoria reciente: después de tantas esperanzas frustradas de los gobiernos democráticos, hubo un resurgimiento y una fuerza a partir de este modelo que me pareció que era para apoyar. Y es importante destacar cómo fue la reacción violenta por parte de los poderes que se sentían tocados y amenazados cuando el gobierno no tenía ningún poder sobre esos grandes poderes; eso había que sostenerlo. Y cuando los grandes medios hegemónicos se desenmascararon, a partir del quiebre con la Mesa de Enlace en el 2008, ahí acepté como un aforismo filosófico aquella frase de Jorge Rivas que en su precario estado actual dijo que lo que más le gusta del kirchnerismo son sus enemigos. Cuando vi ese frente cada vez más numeroso de intereses decidí jugar parte de mi posición profesional.

- ¿Qué opinás de la supuesta neutralidad periodística, que en el fondo es que un velo para defender intereses de grupos económicos?


Eso ha quedado bastante expuesto a partir de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.Lo lograron instalar con la aquiescencia de la sociedad, que no es inocente y quiere seguir estando cautiva.
Frente a eso, tenía que tomar alguna posición y sufrí la vulnerabilidad de esta profesión: el etiquetamiento. Sentí que estaba del lado de los perdedores, porque desde el punto de vista del periodismo, los perdedores son los que están con este gobierno popular, mientras que los ganadores son los que están con el establishment. Desde esos medios, les dicen “oficialistas” a los que están con el gobierno, descalificándolos, como si fueran alcahuetes. Y curiosamente es un gobierno elegido democráticamente por la gente, por lo cual no sería indigno defender lo que defiende la gente; es más indigno defender lo que no es elegido.

- ¿Cómo es trabajar en un programa acusado de ser la voz oficial del gobierno?

- Estoy más cómodo porque formo parte de un colectivo. Me da energía ser mirado con estupefacción por otros colegas porque soy capaz de mirarme al espejo y cambiar: me veía deforme y traté de darle forma a esa deformación. Y a los que trabajan en los medios de comunicación monopólicos les da rabia, pero no se rebelan y permanecen cautivos. En realidad, a diferencia de lo que ellos presumen, que es que el gobierno el que te compra, ellos son los comprados, porque el Poder está en otro lado. No hay nada más vulnerable que el apoyo a un gobierno, porque un gobierno se va, es como inmolarse, suicidarse. La visión pragmática es que el periodista tiene que defender a sus patrones y no a un gobierno. Como yo no soy práctico, tengo algo de ilusorio, decido esto.  

- ¿A qué le atribuís el odio hacia el gobierno por parte de sectores reaccionarios?

- Hay una especie de neogorilismo, un resurgir de aquel gorilismo que nació como reacción hacia el cabecita negra que veía a invadir los lugares de las clases medias blancas urbanas de Buenos Aires. Ese odio se transmite casi genéticamente, está inserto en esas clases. Un peronista me decía: “son unos pelotudos los peronistas: incorporamos clase media y después se nos vuelve en contra”. Es decir, cuando el hijo del portero es incluido y supera al padre, ya no le gusta el negro.
Por otra parte, hay sectores de esta sociedad que están en contra de la política de derechos humanos por su complicidad en los años de la represión. Y este gobierno les revuelve esa situación permanentemente con los juicios por crímenes de lesa humanidad que promovió.. En vez de sentirse parte de esa enjuiciamiento, siente que le muestran esa imagen de sí mismos que no quieren ver: cobardía, complicidad, aquiescencia frente a lo que estaba ocurriendo. Entonces el gobierno les produce rechazo. El descolgar el cuadro de Videla es un simbolismo con mucha carga ideológica. Esa gente cree que descolgar ese cuadro es descolgarlos a ellos.

-Y también los afecta la redistribución de ingresos y las políticas de inclusión social

- Precisamente. Hay un modelo que en el discurso y en los hechos aparece siempre acariciando a los desposeídos, no hay represión; esto es muy importante en un gobierno que fue debilitado hace tres años. El que ya obtuvo una mejora siente rechazo hacia el el que tiene menos por miedo a que le quiten lo que tiene. Cualquiera que tiene sabe que para que el de abajo tenga, vos tenés que tener menos. No quieren distribuir sus ganancias.
Y por último, también está la cuestión de la misoginia. Hay un complejo de inferioridad respecto a una mujer autosuficiente, con cierta belleza, con un discurso potente. Una vez por la calle me paró uno de los personajes más importantes de los grupos empresarios cuando ella acababa de asumir y me dijo: “Nos reunimos, hablamos, pero ella habla y cree que sabe todo”. Y me pareció una definición misógina, porque les molesta que sepa todo. Ahí de esa cosa machista, no están acostumbrados a tratar con mujeres en ese ámbito empresarial, los perturba.

- ¿Cómo definirías al kichnerismo?

- Mi percepción es que es el primer peronismo de izquierda, siendo capitalista desde ya -como es el peronismo en sí mismo-. Es un peronismo irreverente, superador de todos los otros peronismos, menos tal vez del de Perón y Evita, que fue el fundacional e hizo la transformación más grande de la historia. Pero después, el peronismo de Isabel fue malo, el de Cámpora y el de Perón fueron fugaces, el de Menem fue liberal. Por eso no me gusta decir “kichnerismo” porque es un reduccionismo. Como el peronismo es un movimiento de masas tan grande y todos los sectores se apropian del nombre, para especificar se denomina “kirchnerismo”. Este gobierno peronista es un factor de cambio, apoyado por una CGT que en realidad siempre fue contaminada por los “gordos” (denominación estigmatizadora que implica conservadurismo, engordar con prebendas, con pactos).
Lo que me llena de fe es que las más damnificadas por la dictadura, que son las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, creen que el gobierno es leal. Por lo tanto, quién soy yo para creer que es desleal y traidor, como dice Pino Solanas. Tanto Solanas como Carrió piensan que cuanto peor, mejor.
Y a los que votaron a Pino les digo: tienen un gobierno que está haciendo cosas que les gusta, que a lo mejor no son tan profundas como quisieran; entonces, lo golpean al gobierno para sacarle, y lo que consiguen es que vengan tipos como Piñera. Y después van a tener una lucha mucho mayor. No entienden eso.

- ¿Cuál es el rol de la militancia?

- Admiro mucho a los militantes porque nunca fui militante.. Admiro la militancia de los jóvenes, a los héroes que se jugaron la vida y a los sobrevivientes, y me parece mentira que hayan resistido la cárcel, el exilio. Siento un respeto muy grande. Sin militancia no existiría la política. No se puede hacer política nada más con la retórica y la discusión de café, sino que exige un emprendimiento espiritual y cultural. De la militancia probablemente nace la gestión política posterior. Hubo un momento que acá eso se rompió, porque en los ’90 estuvo silenciada y anteriormente fue aniquilada. Y obviamente que la antipolítica alejó a mucha gente de la política, los términos economicistas de la década menemista plantearon esa situación, la política era mala palabra, y es por eso que se acuñó la frase del “que se vayan todos”. La instalación de la antipolítica está vigente hasta hoy. Un discurso politizado le perturba a la gente que le hicieron despreciar y odiar la política y a los políticos, creían que la política ya no existía más, que todo era una cuestión de gestión administrativa. Entonces ya no quieren escuchar hablar de ideología ni de política.

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